OLOR A VIENTO
11:20

Irse lejos es a veces quedarse acá. Todo depende de cuan distante esté nuestra mente, de hasta donde dejemos volar la imaginación. La música nos transporta, una canción tiene el poder de erizarnos la piel, un libro nos lleva ahí. Donde nosotros queramos, podemos estar.
Un día decidí, decidimos, emprender un viaje. Tantas palabras e ilusiones que tenían que cumplirse. Nada podía impedirlo. El destino era aquel al que hacia tantos años no regresaba.
De chica, mis padres lo eligieron. No entendí el verdadero por que, hasta que volví. Todavía quedan recuerdos de aquéllos años. Pero hoy, son más intactos y auténticos. Son elegidos.
Eran las seis de la mañana y el micro salía. Estábamos las cinco mejores amigas en Retiro y como de costumbre esperando a la que todavía no había llegado. Estaba retrasada. Se anuncia el destino, sólo faltaban minutos para que el micro emprenda su recorrido. Y llegó, casi sin aire, pero llegó.
Arrancamos este viaje con las ilusiones de todo lo que nos inspira. Muchas palabras, risas, pero no era un viaje fácil. Hacia poco que una personita muy querida ya no estaba. Algunas lágrimas cayeron. Pero siempre sus enseñanzas están y estarán y eso fue lo que me ayudó a irme.
Era un trayecto largo y ya era de noche. Un aroma más que agradable nos inunda. Venía la cena, que hay que decir, era muy rica. Ya con la panza llena y un poco de cansancio, logramos dormir. Era una noche estrellada y la ruta estaba despejada.
Dormí durante horas, el cansancio de 15 horas de viaje, se sentía. Pude soñar me acuerdo. Y soñé con ese viaje, que ese día empezó.
Llegamos a San Rafael, Mendoza. Todavía quedaba una hora en auto hasta Valle Grande. Nos repartimos en dos. El remis, iba muy rápido, demasiado. Pero finalmente, alcanzamos lo que tanto queríamos.
Y ahí estaba el paraíso. Sí, el paraíso. Con sólo el sonar de los pájaros y el agua sobre las piedras, ya era suficiente. El sol acompañaba algo que mas perfecto no podía ser.
Las ventanas daban al arroyo. Con sólo pensarlo me inunda de frescura. El aire ya no era húmedo, a pesar de los 30 grados. . Y los árboles se movían al compás del día. Un hermoso olor a viento que a veces siento, aunque sea parecido.
Desayunamos, fuimos a la pileta y empezamos con las excursiones. Conocimos hermosos lugares. Pero esa no es la base de mi relato. Ya era suficiente con estar ahí.
Despertarse con el sonido del agua, sentirse plena. Tener ganas de empezar un nuevo día. Disfrutar sin importar cómo. Compartir inolvidables momentos que hoy, tres años después, recuerdo con detalle.
Mañanas, tardes y noches que valieron la pena. Días que sé que no voy a volver a vivir, pero con haber estado ahí, con esas personas es más que suficiente. Y la ilusión de un día volver, que seguramente así va a ser, con otras expectativas que también espero poder cumplir.
Agostina Bottini
Un día decidí, decidimos, emprender un viaje. Tantas palabras e ilusiones que tenían que cumplirse. Nada podía impedirlo. El destino era aquel al que hacia tantos años no regresaba.
De chica, mis padres lo eligieron. No entendí el verdadero por que, hasta que volví. Todavía quedan recuerdos de aquéllos años. Pero hoy, son más intactos y auténticos. Son elegidos.
Eran las seis de la mañana y el micro salía. Estábamos las cinco mejores amigas en Retiro y como de costumbre esperando a la que todavía no había llegado. Estaba retrasada. Se anuncia el destino, sólo faltaban minutos para que el micro emprenda su recorrido. Y llegó, casi sin aire, pero llegó.
Arrancamos este viaje con las ilusiones de todo lo que nos inspira. Muchas palabras, risas, pero no era un viaje fácil. Hacia poco que una personita muy querida ya no estaba. Algunas lágrimas cayeron. Pero siempre sus enseñanzas están y estarán y eso fue lo que me ayudó a irme.
Era un trayecto largo y ya era de noche. Un aroma más que agradable nos inunda. Venía la cena, que hay que decir, era muy rica. Ya con la panza llena y un poco de cansancio, logramos dormir. Era una noche estrellada y la ruta estaba despejada.
Dormí durante horas, el cansancio de 15 horas de viaje, se sentía. Pude soñar me acuerdo. Y soñé con ese viaje, que ese día empezó.
Llegamos a San Rafael, Mendoza. Todavía quedaba una hora en auto hasta Valle Grande. Nos repartimos en dos. El remis, iba muy rápido, demasiado. Pero finalmente, alcanzamos lo que tanto queríamos.
Y ahí estaba el paraíso. Sí, el paraíso. Con sólo el sonar de los pájaros y el agua sobre las piedras, ya era suficiente. El sol acompañaba algo que mas perfecto no podía ser.
Las ventanas daban al arroyo. Con sólo pensarlo me inunda de frescura. El aire ya no era húmedo, a pesar de los 30 grados. . Y los árboles se movían al compás del día. Un hermoso olor a viento que a veces siento, aunque sea parecido.
Desayunamos, fuimos a la pileta y empezamos con las excursiones. Conocimos hermosos lugares. Pero esa no es la base de mi relato. Ya era suficiente con estar ahí.
Despertarse con el sonido del agua, sentirse plena. Tener ganas de empezar un nuevo día. Disfrutar sin importar cómo. Compartir inolvidables momentos que hoy, tres años después, recuerdo con detalle.
Mañanas, tardes y noches que valieron la pena. Días que sé que no voy a volver a vivir, pero con haber estado ahí, con esas personas es más que suficiente. Y la ilusión de un día volver, que seguramente así va a ser, con otras expectativas que también espero poder cumplir.
Agostina Bottini
Wow Ago!! Lo transmitis tan bien, tan vívidamente, que mientras lo leo me hace sentir como si hubiera estado ahí :)
Es sorprendente tu manera de escribir.. Me encanta! :)
Besos y Saluditos...
Vero C...
Lindo relato Agos, sentido...dan ganas de hacer ese viaje, cuando lo haga te voy a pedir sin lugar a dudas que los escribas y relates parecido a esto que escribiste en este blog.
Te mando un beso GRANDE
Byes
Fabius!!!