DEPORTE EN EL RECUERDO
19:55
Quizás por el título ustedes crean que ésta será una nota sobre deportes, sin embargo, remite a una deportación que sufrió Mauro, un joven de Burzaco, el año pasado. Eran cerca de las siete de la mañana cuando subió junto a dos amigos en un tren desde Budapest hacia Sarajevo, Bosnia Herzegovina, ex territorio yugoslavo.
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El trayecto duraba unas seis u ocho horas pero al cruzar la frontera croata y llegar a tierras bosnias el tren se detuvo y la policía comenzó a pedir pasaportes. Javier, es español y exhibió el documento sin problemas, pero a Felix y a Mauro -ambos argentinos- no les fue tan bien. Antes de seguir con el relato, quisiera que sepan que Mauro me comentó que el límite fronterizo no es el mejor lugar para que se detenga el tren, ya que, varios edificios tenían marcas de balas antiaéreas en sus paredes, mientras que a otros directamente les faltaba un pedazo. “Por favor que no me dejen acá porque me subo al poste de luz y no me bajo más”, afirmó en broma Felix, sin embargo Mauro admitió que el chiste se tornó real.
Uno de los policías –“petizo, soberbio y arrogante”- se llevó sus documentos luego de pedirlos y mirarlos como si fueran delincuentes. Al cabo de unos 40 minutos, volvieron con más efectivos y les pidieron que bajaran de la formación debido a que no tenían la visa para poder estar en su país.
Entre risas y preocupación descendieron y les pidieron explicaciones, que se las dieron en una especie de inglés/croata/bosnio/italiano, es decir, “algo completamente in entendible”. Después de varios minutos, los subieron a una furgoneta y los llevaron a la frontera con Croacia, donde cambió el conductor y casi les disparan por sacar una foto. Del sitio los trasladaron a un puesto de policía croata y entre idas y vueltas los dejaron a un costado de la ruta para subir a un bus y que los deposite, luego de varias horas y más contratiempos, en Zagreb.
Salieron a las 7 de la mañana de Budapest y llegaron a las 24 a Zagreb, “sin lugar donde dormir, ni comida pero con la anécdota y el recuerdo de haber sido deportado de un país al que no pudimos visitar”.
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El trayecto duraba unas seis u ocho horas pero al cruzar la frontera croata y llegar a tierras bosnias el tren se detuvo y la policía comenzó a pedir pasaportes. Javier, es español y exhibió el documento sin problemas, pero a Felix y a Mauro -ambos argentinos- no les fue tan bien. Antes de seguir con el relato, quisiera que sepan que Mauro me comentó que el límite fronterizo no es el mejor lugar para que se detenga el tren, ya que, varios edificios tenían marcas de balas antiaéreas en sus paredes, mientras que a otros directamente les faltaba un pedazo. “Por favor que no me dejen acá porque me subo al poste de luz y no me bajo más”, afirmó en broma Felix, sin embargo Mauro admitió que el chiste se tornó real.
Uno de los policías –“petizo, soberbio y arrogante”- se llevó sus documentos luego de pedirlos y mirarlos como si fueran delincuentes. Al cabo de unos 40 minutos, volvieron con más efectivos y les pidieron que bajaran de la formación debido a que no tenían la visa para poder estar en su país.
Entre risas y preocupación descendieron y les pidieron explicaciones, que se las dieron en una especie de inglés/croata/bosnio/italiano, es decir, “algo completamente in entendible”. Después de varios minutos, los subieron a una furgoneta y los llevaron a la frontera con Croacia, donde cambió el conductor y casi les disparan por sacar una foto. Del sitio los trasladaron a un puesto de policía croata y entre idas y vueltas los dejaron a un costado de la ruta para subir a un bus y que los deposite, luego de varias horas y más contratiempos, en Zagreb.
Salieron a las 7 de la mañana de Budapest y llegaron a las 24 a Zagreb, “sin lugar donde dormir, ni comida pero con la anécdota y el recuerdo de haber sido deportado de un país al que no pudimos visitar”.
Si te lo imaginaste, ahora te lo mostramos
Josefina Molinari
Pobres pibes, igualmente si me pasara también lo contaría como una experiencia única.
Saludillos desde Saladillo
Mauricio